lunes, 30 de mayo de 2011

Capítulo 27

Por el camino veo a Arturo y Gabriel hablando seriamente pero tengo que hacer algo más importante que evitar una discusión. Descubrir al culpable.

Entro sin avisar a la tienda de Brian y evito mostrar emoción alguna en mi rostro.
Pongo los ojos en blanco y carraspeo un poco para llamar la atención de la parejita amorosa. Cuando despegan sus labios de ese beso, Marina me mira con la boca ligeramente abierta y ruborizada, mientras que Brian, bueno, me lanza una mirada con la que si la expresión “si las miradas matasen” yo estaría agonizando en el suelo.

Pero no es eso lo que me molesta, es más, me da igual que estén juntos. Lo que me molesta es que él no viniera a informarme sobre el ataque directamente.
No, pero mirad cómo sí tenía tiempo para besuquearse con marina.

-¿Qué? –replica Brian mirándome con una ceja alzada.

-Ni lo preguntes –le advierto -¿Por qué no me informaste sobre el ataque a mi padre? ¡Quizás podríamos haber atrapado al culpable!

-Y fui, pero estabas ocupada con Arturo- contesta él, pero la vergüenza no me llega, no con el cabreo que tengo encima.

-Aún así, ¡haber entrado! ¿Qué es más importante, mi padre o tu despecho?- le grito y salgo hecha un huracán de la tienda, para intentar tranquilizarme o Dios sabe qué le haría a ese.

-Idiota-murmuro mientras decido irme de allí. Pensativa choco sin darme cuenta con alguien.

-Lo siento –mascullo separándome y pasando por su lado.

-Espera Kya –dice Gabriel cogiéndome del brazo, haciendo que me de la vuelta- ¿Qué te dijo Brian?

-Nada, no me dijo nada –murmuro y me escabullo de su agarre.

Ando sin rumbo por el campamento, recorriéndomelo casi al completo, hasta que acabo en la puerta Norte. En la que los guardias me dejan salir tras una orden.

Claro que no salgo desarmada. Y menos en estos tiempos que hay.
Me siento en el suelo, apoyada en el tronco de un árbol en una zona poco iluminada, de altos árboles. Y me dedico únicamente a sentir el aire de mi alrededor y relajarme. Liberando el estrés que llevo acumulado.

El ruido de hojas me pone en alerta de inmediato.
Lentamente levanto mi mirada y la clavo en la rama que hay justo encima de mí mientras que con sigilo llevo mis manos hasta que rozo las retráctiles que están en mis botas.
Suelto el aire que había retenido. Es un fénix, suelen ser pacíficos. De un salgo me encaramo a la rama en la que está.
El fénix me observa, esperando. Es muy bello. Sus plumas tiene destellos rojizos, posee una larga cola. Intento acercarme a él, pero la rama está seca y puede que caiga, así que extiendo mi mano hacia él. El fénix la mira con curiosidad y poco a poco se acerca a mí. Después despliega sus alas y vuela hacia mí. Por un momento pienso que va a atacarme, pero únicamente se posa con suavidad en mi mano.
Una sonrisa se forma en mi rostro. Al tenerlo en mis manos, veo que es más grande de lo que parecía. La envergadura de sus alas puede medir perfectamente un metro y medio, con lo que podéis imaginaros lo imponente que es.
Acerco mi otra mano hacia él y toco sus suaves plumas, con tacto de algodón.
Tienen una temperatura caliente, gracias a la magia del fuego que posee. Poco a poco noto cómo él también se relaja en mi mano. Hace un pequeño sonido que casi podría decirse que es como un ronroneo. Libero mi otra mano colocándole en mi regazo.

Y así nos encuentra Gabriel.
-Vaya, un fénix –exclama acercándose a mí. Sube a la rama, el fénix dirige su mirada hacia él, atento y tenso.

-Tranquilo, es un amigo –lo tranquilizo acariciándole con los nudillos las plumas del cuello, él se relaja levemente.

-Bueno, por lo visto tienes un nuevo acompañante y protector en esta batalla- murmura Gabriel mirándolo con curiosidad.

-Eso parece, según dicen los fénix son muy fieles –digo suspirando. Genial, otra vida que se arriesgará por mí.

-¿Qué nombre le pondrás?

-Raiku- murmuro, cuando pensaba en un nombre para él, este me vino a la mente.
Raiku gruñe feliz. Creo que le gusta el nombre y me es extraño el cómo puedo desvelar lo que siente.

-Raiku –repite él –sí, le viene bien. Y ahora, ¿Me puedes contar qué ha pasado con Brian?

-Fui a su tienda y –hago una pequeña pausa – lo encontré comiéndole la boca a Marina.

-¿Con Marina? –exclama él soltando un silbido –pues sí que trabaja rápido.

Suelto un pequeño y silencioso suspiro, casi imperceptible –sí –añado por no dejar que el silencio se estableciera, me entretengo acariciando a Raiku, que está bastante soñoliento.
Me bajo de la rama intentando no espantarlo –me voy ya para el campamento, ¿vienes?

-Ahora después voy –comenta él todavía desde el árbol.

-Vale, luego nos vemos –me despido encaminándome hacia el campamento.
Raiku se espabila un poco y emprende un divertido vuelo alrededor mía, jugando a que le atrape. Alargo mi mano e intento agarrarle, pero se escurre entre mis dedos. A la cuarta o quinta vez lo atrapo y él suelta un pequeño grito de sorpresa y se acomoda en mi mano a descansar.

Con él en la mano entro al campamento, el guardia me mira sorprendido pero me deja pasar.

Llego a la tienda en la que según me han informado está mi padre.
Me siento en el suelo, intentando hacer el mínimo ruido posible, aunque al sentarme, arrastro un poco de las piedras, pero él no se despierta. Raiku se remueve un poco en mi mano y decide saltar para estar en el suelo.

-No lo despiertes –susurro haciendo que se acerque a mí y no a mi padre.
Apoyo la espalda en uno de los postes que sujetan la tienda. Raiku encoje las patas a mi lado.

Mis ojos se van cerrando conforme el anochecer llega, hoy ha sido un día extraño y largo.

Desperté con el amanecer, pensando que quizás todo lo de ayer fue un sueño, pero al ver a Raiku aún durmiendo a mi lado y a mi padre todavía en la cama, me dice que fue real.

Cuando me fijo más, veo que mi padre está despierto. Me levando, esta vez procurando no despertar a mi fénix, y me siento más cerca de él.

-¿Cómo estás? –susurro cogiéndole de la mano.

-Mejor que ayer –intenta bromear él. Luego se pone serio y me dice –Kya, ayer vi a quien me hizo este golpe a traición.

Me pongo rígida y le pregunto -¿Quién?

lunes, 23 de mayo de 2011

Capítulo 26



Bueno chicas, este capítulo os va a dar unas cuantas vueltas a la historia, referiendome al ejem, triángulo amoroso que se descubrirá e.ê más no digo xDD
Disfrutad del capítulo, intenté plasmar como mejor pude la idea de... ejem ya lo leeréis, dadme vuestra opinión, se agradece como siempre:)

Att: Patricia
  
***
Termino de hablar con Marina y salgo de la tienda para dejarla descansar.
Camino hacia la zona central del campamento donde seguramente estará mi padre. Y hablo con él sobre lo que pasó cuando fuimos y luego lo que Marina me dijo, con cada detalle, observando cómo su rostro se apodera de una gran tristeza.

-Mi hermano, mi propio hermano- dice él con amargura- yo confiaba en él, le contaba todo.

-Lo sé papá-murmuro- pero tengo que decirte que nunca he llegado a sentir buenas cosas de él, por así decirlo, malas vibraciones. Hasta me daba miedo. Y todo esto que está haciendo lo demuestra.

Él se acerca a mí y me abraza fuertemente.

-Kya, por favor, cuídate mucho en esta guerra, eres lo único que me queda.

-No papá, no soy lo único que te queda. Tienes contigo a todos los guerreros que llevas a tu cargo y que morirían por ti, esa gente fiel que luchará por reconquistar Lylith- aseguro- pero no te preocupes, me cuidaré y Gabriel estará conmigo ahí.

-Cierto mi niña, has madurado mucho en este tiempo- responde él abrazándome de nuevo – debo de ir a ayudar con la estrategia, tú vete y descansa.

-Tú vete y descansa – mascullo en voz baja de camino a mi tienda - ¿No ven que no puedo quedarme quieta? Necesito hacer algo- murmuro. Vale, esto es peor de lo que pensaba, ahora hablo sola. Suelto un gruñido de frustración y me siento en la improvisada cama de la tienda, que no es más que un par de mantas apiñadas en el suelo.
Cierro los ojos fuertemente, sólo están preocupados por ti, me digo enfurecida ante mi propio egoísmo.

-Tock, tock- murmura Arturo al entrar en la tienda.

-Hola- saludo levemente con la mano mientras me tumbo en la cama, que ahora es un lío de mantas. Me llega un ligero olor agradable y abro uno de mis ojos, que fijo en Arturo, que me mira con una ligera sonrisa. Cierto, otra cosa más para mi lista de remordimientos. No solo yo estoy deseando ir a por Carol. Ni me imagino cómo se debe de sentir Arturo.

-Te traje algo de comer- se acerca dejando el plato a mi lado, en el suelo.

Me levanto, pero en vez de empezar a comer, le abrazo. Se ve que hoy es el día de los abrazos, este es ya el tercero o el cuarto, me digo irónicamente. Él de inmediato me corresponde el abrazo acariciándome levemente la espalda. Nos quedamos así un rato y luego nos separamos. Él me mira como entendiendo el por qué del abrazo y agradeciéndolo.
Me roza la mejilla con los nudillos levemente y luego señala el plato de comida.

-Venga a comer, debes tener hambre- sonríe un poco más abiertamente.

Me siento de nuevo sobre las mantas y mientras cojo el plato, doy unas palmaditas con la otra mano a mi lado. Él capta el mensaje y se sienta a mi lado.

-Casi puedo sentir tus nervios- bromea él cogiéndome del hombro.

Me encojo de hombros y mientras me tomo una cucharada del guiso, cuando trago, le contesto:
-Primero de todo, gracias por traerme la comida y segundo, no son nervios, es frustración y ganas de actuar. Estoy harta de que todos me tratéis como una muñeca de cristarl, no puedo hacer casi nada.

Él me gira la cabeza poniendo su mano en mi mejilla y mirándome a los ojos.
-Kya, no te dejamos hacer nada porque tememos que te ocurra algo- luego se pone aún más serio y me mira más fijamente- tememos a lo que te pueda pasar, porque te queremos.

Esa última palabra capta mi atención. Bajo la mirada hacia el plato y la fijo después en sus ojos. Él, que tiene todavía su mano en mi mejilla, la acaricia con cuidado con el pulgar. Un ligero rubor me recubre el rostro al captar el significado de sus palabras, casi me doy un coscorrón por tardar tanto en darme cuenta. Sonríe dulcemente y se acerca poco a poco a mí y esta vez sí que lo dejaré pasar. La otra vez con Brian no me sentía con deseos del beso, además de que casi ni le conocía.
Pero Arturo es una de las personas en quien más confío y más conozco, y él me conoce mejor aún si se puede.
Cuando posa sus suaves labios en los míos, todo pensamiento racional se esfuma de mi mente. Sólo está él, sus sentimientos y este dulce y precioso momento ¿Me estaré volviendo cursi? Quizás, pero nunca había experimentado tal sentimiento. Y menos había esperado que el primer beso lo compartiría con Arturo.

Nos besamos durante un largo tiempo, que me pareció cortísimo. Cuando separamos nuestros labios, él apoya su frente en la mía mientras una sonrisa de pura felicidad asoma por sus labios. Y yo, sonrío eufórica de este momento.
Repentinamente me veo envuelta en sus brazos. Otro abrazo más…se lo correspondo a la vez que rodeo su cuello con mis brazos. Giro mi cabeza y le beso brevemente de nuevo.

-Te quiero- susurra él en mi oído. Pero, ¿y mi respuesta a su afirmación? No logro formarla.

En ese momento curiosamente, entra Gabriel en la tienda, se nos queda mirando y cuando me libero del abrazo de Arturo le miro esperando a lo que viene a decir.

-Siento interrumpir- comenta él ante la mirada de mosqueo que Arturo le lanza- pero es importante.

-No pasa nada- le respondo dándole un ligero apretón en el brazo a Arturo para que se tranquilice- ¿Qué ocurre?

-Es tu padre – masculla él- Le han atacado, en solitario, ni nos dimos cuenta.

Me levanto de un salto y salgo de la tienda como un vendaval. Me dirijo hacia donde seguramente esté, en la segunda tienda de enfermería, la que está más cerca de su tienda.

Casi corro hacia ella y entro como un rayo. Por poco me echo a llorar ahí mismo. Están todavía curándole. Vaya golpe más poco noble, ni le dieron lugar a defenderse. Una puñalada en la baja espalda, muy profunda.

-¿Dónde está el que le ha hecho esto? – reclamo.

-Escapó princesa, lo sentimos- contesta de inmediato uno de los soldados que custodia la entrada y salida de gente en la tienda. Ante su respuesta me dan unas ganas increíbles de arrearle un puñetazo en plena cara, pero logro contenerme y únicamente doy un fuerte pisotón al suelo.

-¿Alguien logró verlo o verla? – pregunto frustrada.

-Sí, Brian lo vio – contesta el soldado.

Brian…el que falta para completar el día. Le doy un suave beso en la mejilla a mi padre que aún está inconsciente o dormido y me encamino a la tienda de Brian.

lunes, 16 de mayo de 2011

Capítulo 25


Siento haber publicado un poco tarde, casi se podría decir que lo he subido en martes, casi, pero no xD
En fin, espero que os guste este capítulo, dará a conocer detalles de la ciudad. Besos y que disfruten de la lectura ;)

***

Con cuidado entre Gabriel y yo tratamos sus heridas. Ella es bella, tiene un largo y liso pelo castaño que posee algunos reflejos rojos. Lo descubrí tras poder quitarle en la medida de lo posible el barro de su hermoso pelo, aunque no pudimos hacer gran cosa con la poca agua que llevábamos.
Cuando estaba limpiando su rostro, abrió de nuevo los ojos y clavó su azulada mirada en la mía.

-Shh, no hables y descansa, estás a salvo – digo colocándole el dedo índice en sus labios. Ella a modo de respuesta sonríe brevemente.

-Gabriel, volvamos al campamento, ya tenemos suficiente información y deben tratar correctamente sus heridas- comento levantándome.

-¿Puedes andar…- dice Gabriel y se queda algo cortado al no saber aún su nombre.

-Marina y sí, puedo andar- dice ella, me acerco a ayudarla para levantarse- gracias por vuestra ayuda y bueno princesa, ¿Cuándo tenéis pensado reclamar la cuidad? – añade ella, ese cambio drástico de tema hace que desconfíe.

-En cuanto organicemos una estrategia adecuada. Ahora debemos irnos, ¿vendrás con nosotros? – le pregunto casi por obligación, aunque dándole a elegir.

-Claro que me voy- responde ella decidida.

No hizo falta más demora. La hechizamos para evitar que la reconocieran y nos encaminamos hacia el exterior.

En el camino volvimos a ver sucesos de agresiones y robos, pero nada tan grave como lo de Marina.
Cuando estábamos casi fuera, vislumbré a Melie rodeada de soldados, dando un paseo por la ciudad, disfrutando del sufrimiento de su “pueblo”. Todos los aldeanos la miraban con un odio profundo que intentaban ocultar, casi sin éxito.
No hizo falta que me dijeran que no fuera a por ella, pues un pensamiento me detenía, pronto nos encontraremos de verdad.
Pasamos desapercibidos hasta que ya llegamos a la muralla, la abrí tan disimuladamente como pude y los tres salimos.
Marina está muy cansada, así que Gabriel, tras mirarme a los ojos, la coge en brazos.
Procuro sutilmente no mostrar emoción alguna en mi rostro, porque en realidad un ramalazo de… ¡¿Celos?! Me sacude violentamente de la cabeza a los pies. Y por la mirada pícara que él me lanza… ¡Agh! Estúpida conexión.

En el campamento nos esperan todos impacientes y ansiosos. Creo oír un suspiro generar de alivio cuando nos ven aparecer. Aunque cuando ven a Marina se preocupan.

-¿Quién es ella? – me pregunta Brian, acercándose a mí.

-Hola a ti también – replico- es Marina, la ayudamos en el pueblo- respondo secamente.

-Ah vale, voy a hablar con ella- y se aleja dejándome un tanto contrariada. Ni un ¿Cómo fue?  , nada. Suelto el aire que contenían mis pulmones lentamente.

-Kya, ¿Cómo estás? –dice Arturo acercándose cojeando levemente y me abraza.

-Bien, bien. Pero deberíamos actuar en cuanto preparemos alguna estrategia, no puedo estar tranquila con lo que el pueblo está sufriendo – digo casi, repito casi, ansiosa.

-Nos pondremos manos a la obra- dice él con un saludo militar, sonriendo levemente- dejamos a nosotros, esta noche te presentaremos lo que tengamos.

-Está bien. Sé que tú conoces la ciudad igual o mejor que yo – le sonrío- y gracias – añado andando hacia Gabriel que aún sostiene en brazos a Marina y están hablando con Brian.

-Gabriel, acompañaré a Marina a una tienda libre – oigo que dice Brian.

-No, la llevo yo, tengo que hablar con ella- le replico.
Gabriel baja a Marina y la deposita con cuidad en el suelo.

-Vale, vamos-dice ella alegremente.

Me despido de Brian y Gabriel con un movimiento de la mano y llevo a Marina a una de las múltiples tiendas médicas del campamento, para que traten sus heridas.
Cuando terminan con ella, la dejan tumbada en una improvisada camilla y salen todos a petición mía.

-Marina, debes contarme qué ha estado ocurriendo en la ciudad desde que vinimos la última vez.

-Bueno, primero tienes que saber que tu venida causó mucho revuelo, tanto en los aldeanos como en la guardia. Todos recuperamos la esperanza de poder sobrevivir a las injusticias que el reciente Rey Raúl está cometiendo y … - intenta continuar pero no le dejo.

-¡¿El Rey Raúl?!  ¿Pero no era Melie la reina? – le pregunto impactada.

-No, él proclamó a Melie princesa y ella lo aceptó – contesta suavemente.

-¡El cabrón de mi tío gobernando! Ahora puedo imaginarlo – replico- Melie nunca aceptaría no ser la manda más, más claro el agua. Ella está siendo controlada.

-¿Si?- pregunta ella impresionada.

-Seguro. Con el ansia de poder que ella tiene desde que era pequeña, ¿Por qué debería cederle el trono a Raúl?

Ella suspira pesarosa. Y continúa con lo que ocurre en la ciudad.

-El hambre aumentó junto con las injusticias. La gente roba para sobrevivir. Con ello, los arrestos suben, los impuestos se endurecen. Y a falta de dinero… los padres  deben ofrecer a sus hijos como esclavos.

Incapaz de decir nada espero a que continúe.
-Kya, legítima princesa, eres la última esperanza de todos. Sobre todo a partir de la llegada de esos seres extraños.

-Son Demonios- le aclaro, ella sorprendida me mira.

-¿Habéis matado a tres Demonios para salvarme?

-Sí Marina y seguiré matándolos para salvar la ciudad- finalizo con un gesto grave, dándole vueltas en mi cabeza a todo lo que me ha contado.

lunes, 9 de mayo de 2011

Capítulo 24


Cuando vemos la silueta recortada de la alta torre de La Oscuridad, casi anocheciendo, reducimos el paso y tratamos de hacer el mínimo de ruido posible, porque la última vez que vinimos había varios soldados patrullando y no nos interesa llamar la atención y que den la alarma general. Porque antes queremos hacer una pequeña intromisión en el territorio enemigo, para ver sus nuevas defensas.

Tuvimos una larga discusión por quien entraba. Arturo y Brian (sí, en algo estaban de acuerdo) decían que yo no podía arriesgarme a entrar sola, pero Gabriel hizo un gran trabajo en mi defensa, anegando que soy la que mejor conozco la ciudad y diciendo que él me acompañaría.
Así que no tuvieron ningún otro argumento en contra.

No podemos llevarnos nuestras espadas Celestiales porque llaman mucho la atención.
Yo cogí mis retráctiles, que deposité en el lateral de mis botas, camufladas a simple vista. Y Gabriel se decidió por una daga oculta en una muñequera y otra daga más común y grande en el cinturón.

Después de haber solucionado el tema de las armas, nos tocó la apariencia. Con el hechizo, fuimos cambiando. Gabriel cambió su pelo rubio oscuro y rizado, ahora liso y oscuro como la noche y otra cosa que me descolocó un poco, sus bellos ojos azules los cambió por unos marrones comunes, porque según me explicó él, los Demonios pueden reconocer a los Ángeles simplemente mirándolos a los ojos y unos ojos comunes no atraerían mucho la atención.
Y yo bueno, mi oscuro pelo lo cambié por un tono pelirrojo ondulado suavemente y mis ojos verdes por un tono negro.

Una vez hecho todo eso, andamos hasta la mágica muralla, la que la última vez que vine, gastó casi todo mi poder y la que solo algunos elegidos como yo, podemos abrirla. ¿Consumirá todo mi poder mágico de nuevo? No puedo evitar preguntármelo y como si Gabriel lo sintiera, me dice:

-Te ayudaré, coge mi mano, te iré dando algo de poder. Y sí, gracias a la unión Ángel-protegido, puedo sentir tus miedos y preocupaciones- agarra mi mano cuando la tiendo hacia él.

-Gracias- murmuro mientras cierro los ojos y visualizo la muralla que a simple vista es transparente e invisible, tiendo mi mano hacia delante y creo un ligero hueco por el que ambos pasamos.

Todo está relativamente muy cambiado, no hay felicidad que en antaño había, solo hay instinto de supervivencia.
Salen a la calle únicamente para ir a por comida y cuando deben ir a trabajar.

La desolación es palpable, me entristece mucho ver así a todos los ciudadanos.
Durante todo el recorrido vimos a varios Demonios. Algunos simplemente vigilando, otros recaudando  los impuestos, a pesar de la notoria pobreza.

Más de una injusticia presencié. Los que no tenían nada que dar como pago de los impuestos, debían ofrecer a sus hijos a los demonios. Varias veces Gabriel tuvo que sujetarme para no delatarnos y evitar que saliera en pos de defender a esas familias.
Arcadas me dieron cuando abusaron sexualmente a una chica tres o cuatro años menor que yo tres demonios en plena calle hasta que estuvieron satisfechos. Pero lo peor es que lo hicieron aposta delante de la familia de ella. ¡Cómo sufría su madre! ¡Cómo deseaba entregarse en vez de a su hija!

Cuando acabaron con la pobre chica, la llevaron arrastrando a un callejón, menos transitado.

-Gabriel- simplemente le llamé y caminé hacia donde habían llevado a la chica. Notaba el ansia de venganza, por esa chica y su familia.

Entramos en el callejón, sin salida, perfecto.
Los localizo al final, abusando de nuevo de ella y maltratándola. Me giro para vislumbrar a Gabriel tras de mí. Él únicamente crea una ilusión de un muro para que nadie vaya a presenciar lo que ocurrirá aquí.

-¿No habéis tenido ya suficiente?- proclamo, el odio que destila mi voz hace que la chica levante la cabeza y fije su mirada en la mía con un destello de esperanza.

El callejón es estrecho, unos cuatro metros de ancho, lo suficiente.
Me agacho y saco con rapidez y soltura de mis botas ambas retráctiles desplegándolas.
Son armas con dos filos, muy resistentes.

-Rodéalas de magia Kya, si no, no podrás matarlos- me recuerda Gabriel, es cierto, solo la espada Celestial los puede matar sin necesidad de magia y no dispongo de ella ahora mismo.
Las cargo con electricidad, porque aunque prefiero el fuego, podría dañar las retráctiles.
Los Demonios se han quedado quietos, observándonos y analizando la situación.

-¿Os ha comido la lengua el gato?- digo sonriendo y avanzo hacia ellos con una macabra sonrisa.

Rápidamente y por arte de magia (qué ironía), sacan largas espadas. Las reconozco, espadas diabólicas, qué si no. Son de un acero oscuro y las finas tiras que tiene gravadas de un rojo fuego.

Gabriel se sitúa a mi lado y tras un asentimiento atacamos a la vez.

El primer Demonio cae fácilmente y otro está mal herido. Mientras lucho con el que todavía está en plenas facultades. Le echo un vistazo rápido a la chica, está inconsciente en el suelo, tumbada de mala manera.
Por el descuido de mirarla recibo una estocada en el costado. Es poco profundo, pero evité que me ensartara, aunque no logré evitarlo del todo.
Maldigo en voz baja y arranco a atacar con furia.
Le lanzo una potente estocada a su brazo izquierdo que queda temporalmente inutilizable tras la descarga de electricidad que le transmite la retrátil.

Aprovecho su sorpresa y con rapidez le atravieso e hinco la retrátil hasta la empuñadura.

No espero ni a que caiga muerto al suelo, me lanzo a ayudar a Gabriel pero al ver que ya casi acaba con el último Demonio, avanzo hacia la chica inconsciente. La tumbo boca arriba y apoyo su cabeza en mis rodillas.
Está cubierta de arañazos y algunos golpes que le dieron empiezan a tornarse de un tono oscuro en su clara piel.

La muevo un poco, intentando despertarla. Pero al no dar resultado me quito la suave capa que llevo y se la coloco bajo la cabeza a modo de almohada.

Me levanto y matamos al último Demonio. Luego con un ligero movimiento, Gabriel me cura la superficie de la herida que ni me acordaba de ella. De los cuerpos no nos preocupamos, porque cuando les dé un poco el Sol, pasarán a ser simples charcos oscuros.

La chica se remueve un poco y me acerco a ella lentamente, no quiero asustarla.
-Eres Kya, ¿Verdad? – Dice ella susurrando- todos esperábamos tu llegada.

Y vuelve a perder la conciencia, para frustración mía.

lunes, 2 de mayo de 2011

Capítulo 23


Otro capítulo más :) Sólo comentaros una cosita, coloqué otra encuesta en el lateral del blog, porque me gustaría  saber vuestra opinión.

Besos! Att: Patricia 
***

Despierto por un movimiento brusco y me veo cargada en la espalda de Gabriel como si de una mochila se tratase.

-Lo siento, te desperté- dice él continuando su andar, como si mis 50 kg. no fueran nada.

-No pasa nada, además ya creo que me has cargado suficiente- digo riéndome ante su encogimiento de hombros y me bajo.

-No pesas tanto mujer- dice bromeando.

-Ahora vengo-respondo perdiendo mi humor y andando hacia Brian, que está a un par de metros delante de nosotros.

-Brian, tengo que contarte una cosa- digo colocándome a su lado.

-Tú dirás- dice con una sonrisa, que con mi humor acaba desapareciendo y dando lugar a una arruga en el entrecejo de preocupación-¿Qué ocurre Kya?

-No sé si recordarás que anoche maté al Macho Alfa-le digo a la espera.

-Sí y de una manera muy noble, he de decir- responde él.

-Pues era Álvaro, ese soldado, tú amigo que iba con vosotros en aquella guardia- le digo todo de golpe, le miro y veo que tiene los ojos muy abiertos y con destellos de dolor, pero sigo hablando, si no lo digo todo ahora, sé que no me escuchará después- tuve que hacerlo, si no…viviría en esa forma toda su vida, perdiendo poco a poco su humanidad, lo siento- digo disculpándome y volviendo casi corriendo al lado de Gabriel, no aguanto más tiempo su fija mirada.

-Has hecho bien- me susurra Gabriel, mientras me acaricia levemente el brazo.

-Lo sé, pero que haya sea lo correcto no lo ha hecho más fácil de contar- respondo pensando en el dolor que mostró.

-No te preocupes, se le pasará, sólo déjale un tiempo a solas para que recapacite y medite- me dice él para tranquilizarme, y lo consigue, un poco.

-Gracias- le digo apoyando mi mejilla en su hombro, es increíble que en el poco tiempo que nos conocemos…Gabriel se ha convertido en una persona muy especial para mí, a parte de que es mi Ángel Guardián, claro está.

-No te preocupes, estoy aquí para ayudarte, ¿Recuerdas?- dice él, presiento que con una sonrisa.

-Sí, me alegro de que te designaran como mi Ángel-le digo con una sincera sonrisa.

-Yo también-dice dándome un suave abrazo, del que me separo lentamente, irritada conmigo mismo por no haber preguntado antes lo siguiente:

-¿Murió alguien anoche?- le digo llegando directamente al tema central.

-Pues por raro que parezca, solo murieron dos Humanos, porque casi todo el ataque se centró en nosotros- comenta él.

-Bueno, menos mal que no murió demasiada gente-murmuro- voy a ver cómo está Arturo ¿De acuerdo?-le digo.

-OK!- responde él simplemente.

A Arturo no lo encuentro hasta un rato después, está sentado descansando en uno de los carros tirados por mulos, al que al lateral están atados nuestros caballos.
Me siento al lado suyo y durante un tiempo me relajo, disfrutando el silencio cómodo que hay entre nosotros. Y ya me decido a hablar:

-¿Qué tal estás?-le pregunto.

-Bien, mejor. Ayer me preocupé al verte inconsciente en brazos de Gabriel, pero luego él ya me explicó todo, por lo que ahora te pregunto yo, ¿cómo estás?-

Doy un ligero suspiro y le contesto, resignada.

-Bien, ya se lo he dicho a Brian…-y le cuento todo, incluso la reacción de Brian y la opinión de Gabriel.

-Opino igual que Gabriel, él deseará estar un tiempo a solas, en el cual recapacitará y sabrá que has hecho lo mejor-me responde dándome ánimos.

-Eso espero-digo dando otro suspiro.

Toco suavemente la crin de Esmeralda, mi yegua, mi compañera en esta guerra. Ella es una de los pocos caballos que lograron salvarse de la anterior guerra. La encontré rondando cerca de donde estábamos reconstruyendo Lylith y me eligió, sí, se que suena extraño, pero fue como si hubiésemos tenido una conexión y desde entonces  ha estado conmigo. No pude llevarla aquél día que fuimos a La Oscuridad, porque Arturo y Carol no tenían caballos, pero me hubiese gustado llevarla.

Decidí llamarla Esmeralda por su tono de ojos. Bueno, son oscuros, como normalmente los tiene un caballo, pero si uno se fija, poseen matices verdes. Su tono de piel es grisáceo, casi blanco, y sus crines son blancas como la nieve.

-Voy a montar a Esmeralda, tú sigue aquí y descansa todo lo que puedas, ¿Vale?- le digo  Arturo, colocándole la montura a Esmeralda.

-Sí mamá- dice él riéndose, lo que me saca otra sonrisa de vuelta.
Monto a lomos de Esmeralda, que mueve la cabeza alegre, hace tiempo que no montábamos juntas.

La pongo a un ligero trote, hasta que nos colocamos a la cabeza del grupo, guiándolos hacia La Oscuridad.

Al anochecer llegaremos, para intentar pasar desapercibidos.

Ya es tiempo de que todo acabe.